Por Sergio Santana Archbold

Todos lo conocimos como un bacán de eterna sonrisa, gran investigador musical, pero, sobre todo, un incansable gestor cultural. Los programas que produjo para la radio cultural de Barranquilla durante más de treinta años fueron testimonio de sus conocimientos y de su entrega. Sus cientos de artículos publicados en periódicos locales y del extranjero son su mejor carta de presentación.

Su incansable participación en BarranquiJazz y el Carnaval de las Artes apenas ahora están dimensionando la pérdida. Su ausencia, en Medellín, donde despegó a la eternidad, el 27 de abril de 2020, la lamentamos, y hoy doblemente, al enterarnos que su legado fue tirado a la basura y recuperado del reciclaje por manos de melómanos en la ciudad.

En los últimos años, exactamente a partir de diciembre de 2014, Rafa conoció otra vez el amor en la ciudad de la eterna primavera y después de varios ires y venires entre Barranquilla y el amor, a mediados de 2019 decidió trasladar todo su acervo musical a su nueva residencia en una urbanización cercana al río Medellín, muy lejos de su Barrio Abajo y del ruido trepitoso del Magdalena.

Llegó con sus vinilos, sus CD, sus libros, sus libretas de apuntes, su souvenires recogidos en interminables viajes, su inseparable cámara testimonial y su computador. Allí organizó de manera impecable su “templo musical”, al cual tuvimos acceso los amigos más cercanos de diferentes latitudes.

Todo este contexto para contar que luego de su ausencia, no muerte, solo trata de descansar; su pareja cuidó con especial esmero -en el apartamento donde salió volando con sus alas enormes de “bassilador” perpetuo para no regresar- toda su memorabilia y su legado cultural.

Trece meses después de su partida, el pasado 27 de mayo, algunos integrantes de su familia vinieron a Medellín a reclamar el legado de Bassi, hecho realizado mediante acta de entrega, firmada a conformidad por ambas partes al día siguiente. Igualmente, les fueron entregadas las llaves del lugar de su residencia, todo quedó en manos de sus familiares quienes realizaron el empaque y embalaje de las pertenencias durante los días 28 y 29 de mayo.

Una transportadora recogió varias cajas para transportarlas a Barranquilla, como era de esperarse, pero muchas de las cajas con los libros fueron botados a la basura del edificio donde vivía Rafa.

Como es norma en la unidad residencial, los libros fueron tratados como material de reciclaje, el cual es recogido, seleccionado por los vigilantes y personal de mantenimiento y vendidos como papel inocuo a recicladores, quienes a su vez lo llevaron a un sector deprimido de la ciudad conocido como Los Puentes, colmado de habitantes de la calle, drogadictos y ventas callejeras de bajo precio y allí terminaron los libros, revistas, libretas escritas limpiamente de su puño y letra. Hasta allá fueron los vendedores de libros leídos y en costales los llevaron a sus establecimientos para ofrecerlos a los melómanos locales.

Rafa muchas veces lo dijo en reuniones con sus amigos, que lo mejor era donar su legado, soñaba que sus libros terminaran en manos de sus amigos en la Biblioteca Piloto del Caribe que dirige Miguel Iriarte, o en la Fundación La Cueva de Heriberto Fiorillo, o en los archivos de BarranquiJazz de Samuel Minski… Todo en cambio quedó a precios risibles, libros, revistas, libretas personales invaluables, ofrecidos en la calle entre 5 y 20 mil pesos. Se consuma así la muerte cultural de una vida dedicada al fomento del arte, la apreciación e investigación musical y la promoción del cine y de la buena literatura.

Por el menosprecio de su patrimonio musical quedaron en el pavimento de Medellín más de 500 libros que recogió en sus viajes por Estados Unidos, México, Brasil, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Argentina, Panamá, Venezuela, Bélgica, España, Francia y en toda la geografía colombiana y que tenía debidamente listados en un cuadro en Excel. Libros de investigaciones de grandes como Cristóbal Díaz Ayala, Raúl Fernández, Helio Orovio, Leonardo Acosta, José Arteaga, César Miguel Rondón, Luc Delanoy, Rafael Lam, Frank Figueroa, Radamés Giro, Rosa Marquetti… muchos de ellos sus amigos y que estaban autografiados con efusivas palabras al eterno Bassilón. Libros de jazz, salsa, música cubana, rock, samba y bossanova, cumbia, vallenato, y folclor del Pacifico, además de la más completa colección de publicaciones del carnaval barranquillero, que merecían quedar en un rincón cultural de Barranquilla para las investigaciones de las nuevas generaciones.

No sabemos dónde quedaron los más de tres mil vinilos que guardaba con recelo para producir sus formidables programas radiales. Además, en su computador estaban los libretos de todos los programas que realizó en los últimos 35 años, sin contar que estaban los textos originales que periódicos y revistas le publicaron.

Además, están los centenares de videos con entrevistas y conciertos que filmó, y el borrador de un libro que pensábamos publicar con veinte entrevistas a jazzistas colombianos. Seguramente todo terminará como los libros, en la basura de otra ciudad y la memoria cultural de Rafa pasará al olvido.

Hay una frase que hemos escuchado en repetidas ocasiones: “Dicen que morimos dos veces: la primera, cuando dejamos de respirar, y la segunda, cuando alguien pronuncia tu nombre por última vez”.

Con botar todo un patrimonio cultural, sentimos con mucho más dolor esta segunda muerte de Rafa, así terminaremos de saber que física y culturalmente, definitivamente te moriste.

Perdónanos Rafa, ellos SÍ saben lo que hacen…